jueves, 19 de febrero de 2009

Soñar despierto

"... pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo."

Amor condusse noi ad una morte,
Xavier Villaurrutia.


Te contaré lo que sueño cuando sueño despierto:

Sueño contigo,
vistiendo la armadura de plata,
el estandarte en bandolera
y cabalgando sobre las nubes.

Sueño que llegas a mí,
y que ninguna puerta se te resiste.

Sueño que el sol se refleja en tu espada
y su luz hiere de muerte
la profundidad de mis cárceles oscuras.

Qué rebuscamiento de metáforas,
cuántas palabras para decir tan pocas.

Hubiera bastando con decir:
“quiero tu cuerpo dentro del mío".

Eso sueño despierto,
dormido, no. Mi inconsiente
no me hace el favor.

lunes, 16 de febrero de 2009

Sabor Ternura

Un hombre llega cansado a casa.

Ese hombre no es un hombre, sino apenas la mitad de uno.

Ese medio hombre, en realidad, es casi un niño. Seguro no se le nota en la edad, lleva barba y anteojos atados a un cordel alrededor del cuello porque tiene miedo de tirarlos y que se le extravíen o se le rompan. Pero quien ha penetro dentro de su corazón sabe que es un niño triste que espera a veces con paciencia, a veces con rabia, que lo salven.

Ese niño hubiera querido tener una mejor infancia, sin bravucones que se burlaran de su pie plano o niñas estúpidas que se negaran a ser sus novias por no ser lo suficientemente guapo. Le hubiera gustado ir a las fiestas de cumpleaños a las que nunca era invitado, le hubiera gustado no tener que aprender a chupar a los catorce años las vergas de sus compañeros para ganarse su protección, le hubiera gustado no tener que refugiarse en esa su mente arrogante y tormentosa. Le hubiera gustado no haberle llorado tanto a la soledad, como una gata en brama a la luna.

Este medio hombre, pues, que, ya sabemos, en el fondo es un niño herido, llega cansado a casa. Decir que llega es un poco demasiado decir. Sería mejor decir que es arrojado a casa. La ciudad es esa gran cíclope sin párpado que todo lo ingiere, mastica y vomita. La ciudad es un temblor, es un apagón provocado por el tornado, es una explosión en el cielo. Agota: temprano ir, más tarde volver, por la noche volver a ir, al otro día volver a volver, siempre perfecto como reloj suizo, todo en su tiempo, todo en su lugar, ni un cabello fuera de orden. Contestar el móvil cada que suene, no olvidar ni un encargo, hacer las cuentas y ajustar los pesos y los centavos, leer esto y aquello, no dormirse, mantener el buen humor, el trato diplomático, la conversación inteligente, se creativo, se eficiente, se perspicaz. Camina por la calle sin ver a los demás, mira por encima del hombro a ver si no te siguen, la cartera sácala del bolsillo de atrás en el metro, come, memoriza, estate lúcido. La vida está hecha de dientes con los que se devora a sí misma, la muy caníbal. Los días de uñas con las que se desgarran a sí mismos, los muy masoquistas.

çEste medio niño y medio hombre, hecho de la sustancia de una torre a medio derrumbarse, es arrojado, harto de sí mismo, a su casa. Abre el portón después de varios intentos porque la cerradura está descompuesta desde siempre y desde nunca el casero ha querido arreglarla. Entra al vestíbulo, apestoso a la mierda que está a punto de desbordarse de la fosa séptica. Sube las escaleras oscuras, eludiendo a los vecinos entrometidos y a sus narices largas.

Entra a la casa. Las luces están encendidas. Sobre la mesa de la sala hay un platón con ensalada y dos platos vacíos. Frente a la mesa, un sillón de terciopelo verde que el sol ha descolorido. En el sillón, un muchacho que pausa el videojuego para girar la cabeza y sonreír, Hola, perro cochino.

Un hombre que llega cansado a casa bebe un vaso de refresco sabor ternura. Y toda deuda se salda. La noche respira en paz, esta vez. La mañana volverá con su tedio pastoso, qué remedio.

¿Qué remedio, preguntas?

Caricias,

las tuyas,

desgraciado.