lunes, 26 de noviembre de 2007

Fragmentos dispersos de un viejo diario (1)

Para Max

Diciembre de 2005: Quisiera decir bien cosas malas sobre tí. No sé si eres mi amigo, mi hermano o mi amante. No sé si quiero que me quieras, que me odies, o que me ignores.

No sé, tampoco, qué me gusta más: que me trates como un hombre cuando me golpeas el hombro con camaradería, o que me trates como mujer cuando te adelantas para abrir las puertas y dejar que yo pase primero.

No sé si me gustas por lo guapo que te ves cuando te arreglas; o por feo, como cuando despiertas crudo los fines de semana y no eres capaz de pasarte ni por error un cepillo en la cabeza en todo el día.

No se si te deseo por caballeroso o por vulgar, por los poemas que escribes y que secretamente me confías, o por la cantidad violenta de disparates y albures que eres capaz de decir en un instante.

Te amo por cómo me cuidas cuando andamos por las calles oscuras, pero te amo más por cómo te soy indiferente cuando una muchacha bonita se acerca a besarte.

Podría vivir sólo para repetir una y otra vez esas estupideces que a veces digo y que tanto te hacen reir. Y es que no sabes que cada sonrisa tuya es para mí una cuenta del precioso rosario que desgrano por las noches de mi alma enloquecida y secreta.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Un amigo de hace mucho

"¿Qué creés? No te esperaba.
Perdoname la franqueza..."
-de un tango de L. F.

Hola,
(y tu perfume sigue siendo el mismo).

Tanto tiempo sin verte,
(y tu boca todavía conserva los mismo lunares que adoré).

¿Y qué tanto has hecho?
(y sigues usando esa camiseta que desnuda tus brazos morenos).

Supe que ya terminaste la escuela,
(y otro abrazo diferente al mío rodea tu cintura).

¿Dónde trabajas ahora?
(y tu sonrisa revolotea en los labios de alguien más).

¿Sigues viviendo con tus padres?
(y me invade la nostalgia de tu desnudez sobre la mía).

¡Ah, entonces te mudaste con tu chavo!
(y todavía tiemblo bajo el recuerdo te tu beso).

(Adios a tu silbido y a tus caricias.
Adios a tus miedos y a tu departamento de paredes blancas.
Adios a tus ojos y a tu sexo.
Adios a tus piernas de bronce, a tu saliva dorada, a tu semen de nubes, a tu color de girasoles, a tu voz de trueno, adios, adios, adios).

Nos estamos viendo, por aquí sigo, me dio gusto verte.

(Pedro, que adivina mis pensamientos desde hace años, sin esperar a que se lo pida, pone otro martini seco con dos aceitunas en la barra, cerca de mi mano que todavía está temblando.

Alcanzo a escuchar que le preguntan entre besos:
"¿Y quién era ese?".
Se lo piensa un par de segundos:
"Un amigo de hace mucho").