Maúllan un gato y otro gato envueltos de madrugada,
van a tientas, ciegos, buscando hacer el amor.
La lluvia fina lava, en tanto, la sangre de las calles
y los arrullos de las metrallas duermen a los niños:
Suspiran las madres: “no se confundan, niños,
no es la paz, sino sólo el silencio”.
La ciudad, de noche, es un callejón de gatos pardos,
y en ella uno y otro juegan a perderse y encontrarse
hasta que al girar una esquina, un gato y otro gato
se topan de frente, ronroneándose, deseándose.
Natura los obligará a amarse como aman los animales.
Un gato entrará en el otro y dejará en su fondo
espejitos de plata bruñida robados a la luna dormida,
y se despedirán con el sol, por supuesto, sin esperanzas,
sin mañana,
pues ésta es la naturaleza de los gatos
y por eso sólo un gato,
puede entender
a otro gato.
viernes, 25 de septiembre de 2009
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