jueves, 4 de octubre de 2007

Una Postal del 2 de Octubre

Por aquellos días de tanta agitación mundial, las universidades se habían convertido en fraguas de esos objetos del ayer, plateados y centellantes, que se llaman revoluciones y que hoy día apenas conocemos en la forma de cenizas y sombras. Mi tío, a quien admiro y respeto, era universitario y muy a la moda, no caía en las contradicciones que condenaba el Ché Guevara; es decir, era joven y era revolucionario. Mi tía, muy por el contrario, era una cochinada a sus ojos empapados de marxismo y lágrimas: una proletaria con aspiraciones burguesas; de esas traidoras a su clase que el demonio debería estar masticando en el último círculo del infierno junto a Judas y Bruto; claro, si el dogma marxista tuviera cielos, purgatorios e infiernos; y si los marxistas de ese entonces (y de este...) leyeran a Dante, o cualquier otra cosa aparte de El Capital (¡ja! y eso cuando lo leen... no falta el imbécil que cita a Marx sólo porque lo leyó en Rius...)

El caso es que el 2 de Octubre de 1968, mientras mi tio encaminaba sus pasos al altar de los holocaustos en el que se convirtió la plaza de las Tres Culturas, mi tía celebraba en la casa paterna (es decir, la abuelesca desde mi perspectiva generacional) una fiesta A-Go-Go.

Horas después, ráfagas de luz cruzaban ambos escenarios: la sala de la casa metida a pista de baile; la plaza convertida en matadero de gente. Mi tío se escabulló de alguna manera milagrosa entre el laberinto de los edificios de Tlatelolco, escapándo de las manos con guantes blancos que asomaban metralletas desde los altos del edificio Chihuahua. Corrió tan rápido, tan raído, tan rápido, que los huaraches de jipi sin oficio ni beneficio que le valieron la condena de mi abuela, se desintegraron en el aire. Se llevó el susto de la vida; pero salió vivito y coleando de la masacre y vivió para contarla.

Mi tía no corrió con tanta suerte. Más o menos a la misma hora, la bola disco de espejos se desprendió del techo y le cayó en la cabeza, mientras bailaba alegremente con sus amigos. Los noticieros hipócritas como siempre, adulteradores, falsarios, apenas reportaban una escaramuza estudiantil cuando los chorros bermejos de la descalabrada aterraban a la concurrencia de la fiesta fresa, llenándose las baldosas verdes de la sala de charcos de sangre pisoteada.

Ese día, los dioses que viven bajo el suelo de la Ciudad de México andaba con antojo de negra sangre, a toda costa.

No lo olvidamos.

11 comentarios:

Bruno Ruiz dijo...

El olvido es como un gusano que pulula entre las hojas secas en busca de nuevo alimento...

vanto y vanchi dijo...

Yo, menos que nadie, lo voy a olvidar.

Mi mamá nació un 2 de Octubre.

...la referencia es casi inevitable.


Besos provocativos!

Morgana dijo...

eeeeeee, post nuevo, que chido ...

prohibido olvidar esos que mas nos quieren


saludos y besos

Dídac Muciño dijo...

Tu Vanto??.. ES MIO!!!!!.. yo que tu me cuidaba.. MUUUUUUAAAAAAJAJAAJAJAJAJAJA






























JEJEJE..
me jui!

Mortajazario dijo...

ya era hora caballero!!!!... Mi familia nunca comenta nada.

Cuando era niño el mundo era un microbio que se reducía a unos libros de texto con figurines de colores; no es que la historia nos engañe es que muchas veces es más fácil vivir sin que la historia nos reclame... de este hecho infame me enteró mi conciencia cuando pude desprenderme del microbio de vida y de los textos vacíos que pasaban por alto un dos de octubre y la sangre de esperanzas.

Pável dijo...

Las revoluciones son cosa seria.

Nada de estudiantillos barbudos a la usanza de sus ídolos de póster (venerados como venerados son los San Judas en los altares de sus abuelas), nada de chicas luciendo boinas medio caídas coordinándolas de manera sistemática con botas militares y medias de red (con la esperanza de ligarse a algún postadolescente/pseudocaudillo/advenedizo/huesero/hijononoreconocidodelarevolucionrusa), nada de consignas que son una herida artera a la buena métrica, a la pulcra rima, a la decencia verbal en general.

Nada de amantes que se encuentran en secreto en un doceavo piso, donde uno entrega girasoles y el otro entrega su corazón en llamas, como en el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús(vivan las referencias religiosas, mi ex seminarista).

Nada de malteadas de vainilla, nada de churrerías sin sucursales en San Angel, nada de llamadas por celular que todo lo interrumpen, nada de artilugios tecnológicos contra la locura, olvidados.

Nada de ti ni de mí. Las revoluciones son cosa seria. Nada de niños jugando a revolotear en los brazos del otro, como palomillas que buscan su suicidio incandescente.

Ay, Raulito. Las revoluciones son cosa seria, pero tu piel y mi piel nacieron para reirse juntas, a veces entre dientes, o como aquella noche, a carcajadas.

4 de Octubre, en un doceavo piso, no se olvida.

Morgana dijo...

mmmmmmm, este...este...

ando sensible, y volver a leerlo...me hiso sentir.....mmmm(chillidos y pucheros)


saludos

Juan Manuel Escamilla dijo...

Ay, Pável, me recordaste aquello del Sabina: "hay un peligro de incendio esta noche en el asiento trasero de un coche; se quema una pareja en el tercero, no seré yo quien llame a los bomberos".

Raúl, qué historia más inverosímil y hermosa. Deberías hacer un mediometraje con Alex González Iñárritu. Está muy bien, en serio.

No. No se olvida.

Morgana dijo...

hola hola hola

pasando a saludar

le dejo muchos saludos y besos

Anónimo dijo...

Hola, a ver si te dignas a escribir de nuevo ¿no? Ja no lo tomes a mal a veces me falta leerte.

Besos y abrazos.

Attt. mortajazaurio

vanto y vanchi dijo...

Este...no se peleen....

hay sitio pa los tres.


jejeje

o no??