miércoles, 25 de noviembre de 2009

El precio de la vocación

*René Magritte. El maestro de escuela.

La semana pasada mis alumnos de licenciatura se molestaron conmigo porque no estaban de acuerdo con sus evaluaciones. En la carrera de Artes Teatrales de la Universidad Autónoma del Estado de México (yo imparto la asignatura de “Puesta en Escena Intermedia”) el plan de estudios está hecho a la moda, es decir, sigue el sistema de competencias. Esto quiere decir que los alumnos deben adquirir una serie de capacidades y hacerse concientes de que las poseen, además de saber discriminar la pertinencia de usarlas en un modo y tiempo determinado.

Según esta lógica, el deber de un profesor (y con ello me siento plenamente de acuerdo) es señalar las “áreas de oportunidad” de los alumnos, pero ¿qué quiere decir eso? Anteriormente se consideraba que el alumno debía “saber” algo y si no lo sabía, la consecuencia era la reprobación. Bajo este nuevo paradigma los estudiantes –más aún, los aprendices de actores- deben saber reconocer un objetivo concreto, perseguirlo y luego saber si lo han alcanzado o no, para entonces dejar en claro si han logrado desarrollar la “competencia” que se propone el curso.

Pues bien, conociendo los objetivos de mis alumnos, tanto los que ellos se plantearon a sí mismos como los que yo les señalé, instauré un sistema de evaluación cualitativa (independiente de sus calificaciones numéricas) semejante a un semáforo: verde querría decir que el actor en ciernes ha alcanzado su objetivo y necesita uno nuevo; amarillo, que está en camino de logarlo, pero que aún queda camino por andar; y rojo, que necesita más ayuda y atención de mi parte así como un mayor compromiso y disciplina para acercarse al objetivo.

Esta mínima clasificación que yo juzgué inofensiva, ¡les resultó altamente irritante! (me espetaron cosas como “¿tú qué sabes de mis objetivos?” o “tú y tus foquitos de semáforo no sirven para nada”) ¿Por qué? La respuesta evidente es que a nadie le gusta que lo encasillen en un lugar, por concienzudos que sean los razonamientos que me llevaron a ubicarlos aquí o allá y les concedo la razón, aunque siga creyendo que lo tomaron demasiado a pecho. Pero hay algo más y ese es el quid del asunto. Este grupo que me toca dirigir es un excelente grupo, eso ni dudarlo, pero está acostumbrado a los elogios y aunque, a decir verdad, las cosas relativas a su puesta en escena van viento en popa y mar en leche, bastante mal haría yo en reiterarles lo chulos que son y lo bien que se portan.

¿De qué sirve un profesor que celebre las monerías de sus alumnos? De poco, diría yo. Opino que mejor sería retarlos, señalarles sus deficiencias y promover en ellos un crecimiento. Pero al ver sus caras de enfado, manifestaciones de sus heridos egos, me dí cuenta del doloroso precio que hay que pagar por dedicarse a la noble tarea de enseñar. Me explico: uno ama a sus alumnos y por eso quiere verlos ser mejores, incluso mejor que uno mismo; pero en ese camino, uno corre el riesgo de ser detestado por ellos y ese es un peligro que hay que correr invariablemente.

Así pues, se concluye con facilidad que el deseo de ser profesor, en toda la extensión de la palabra, y el deseo de ser amado no son necesariamente aspiraciones compatibles. No lo niego, es duro saberlo. Vale la pena, no obstante, verlos redoblar la calidad de su trabajo al esforzarse al máximo por demostrar que soy un papanatas ignorante y que no tengo la razón.

10 comentarios:

Champy dijo...

Tu punto de vista parece muy valido y por supuesto respetable.

Y si en un principio les planteas tu método y llegan a un acuerdo común?

No sería válido?

Yo imparto post-grados en manufactura, facilitar conocimiento a ingenieros es por mucho, mucho más sencillo que enseñar a artistas, los ingenieros son tontos y solo quienes ver y aprender cosas practicas.

Un artista se supone, debe pensar, y eso torna todo dificil...

Saludos.

2046

---___--- dijo...

sin duda alguna me encontraría del lado de tus insurrectos alumnos si me pusieras en un rango bajo. Pero creo que al leerte en este post, me recuerdas que aun soy un chico de 17 años con cosas por aprender. Me hiciste analizar la postura del maestro. Retar a los alumnos aunque eso pueda implicar irritar.

Un abrazo a mi lobeño profesor
saludos

Raúl Uribe dijo...

Champs: Pues yo les advertí las reglas del juego antes de lanzar los dados ¡y ellos accedieron!

Pero tienes razón, tú puedes demostrar fehacientemente, mediante la práctica, que un ingeniero no domina un asunto; pero tratándose de cosas tan abstractas como con las que yo trabajo, está cabrón.

A ver si investas el "talentómetro" pronto, mi querido amigo.

Carloz: ¿Ves? Los maestros no siempre lo hacen por chingar, aunque a veces ocurra. ¡Excepto la tarada que extravió tu trabajo! A esa sí la odio...

Pável dijo...

Ay, Raúl.

Me atraes con comentarios desde mi blog. Qué bajeza.

Ay, Raúl.

Luego pones a Magritte y me obligas a leer, porque si es Magritte no hay de otra.

Ay Raúl, la verdad es que inconcientemente estás volcando contra ellos todos tus traumitas y ahora que estás empoderado eres poco menos que un Nerón con un bidón de gasolina y una caja de cerillos Talismán (porque cuando a uno le da por la piromanía, también le entran las ganas de leer su horóscopo).

Ay Raúl, la verdad es que nomás te estoy escribiendo todo esto por enchinchar, porque es tarde, tengo sueño y quiero direccionar mi cansancio e irritación contra alguien, y tu entrada me llegó como mandada a hacer. Pero la neta es que creo que debes ser buen profe. Medio coscolino y rabo verde, pero buen profe.

Ay Raúl, eso de pasarle la factura del cansancio y el mal humor a la gente que uno quiere se parece mucho al matrimonio.

Ay Raúl, pero tú sigues huyendo del casorio bajo el argumento chafoide de: "Pero es que yo soy como "cuatro Caminos".

¡SÁQUESE, QUÉ!

Dídac Muciño dijo...

Es duro, efectivamente cuando te tocan el Ego, y te bajan al piso... pero yo creo, que les falta humildad para aceptar "criticas" de quien venga. dimelo ami!, yo el consentido de una generacion, entro al Claustro, y Zaz! "el niño genio(en sentido peyorativo)" se conviertio, en uno mas con "talento"... y es que el talento no es simplemente lo que se necesita para este duro mundo del arte!!.


pero eso si, te lo aseguro que, seras el maestro que recordaran para siempre!, y habra alguien que te lo agradecera!.

saludoos!, todo bien por aca :)

Raúl Uribe dijo...

Pável: Una y mil veces me pondría de tapete para que zapatees sobre mí tu mal humor. ¿¿Pero por qué en público?? Ja, ja, ja. ¡Además tu estuviste de acuerdo con la tesis de los Cuatro Cominos! Despotricar contra el marino en plazas públicas (aún cibernéticas) es una de las más sanas prácticas del matrimonio, ¿no?

Dídac:Pero todo se paga en esta vida. Ya verás que los que sean "estrellistas marineras" en la universidad no serán nadie en la vida profesional. Claro, habemos exepciones que somos pericos verdes donde sea. Pero en genral, como dice la canción: "La vida es una tómbola-to-to-tómbola".

Swirlies dijo...

Precisamente ayer me pasó algo parecido. Resulta que hay profesores en la universidad decididos a hacer trizas mi ego y mis horas de sueño.

Pero yo sí creo en lo que dices, no siempre los maestros son ministros del sufrimiento gratuito. Aunque no entiendo eso de las "estrellistas" (sic).

Saludos, y un abrazo.

Omar Yesahel dijo...

¡DAME CLASES AMI! SOY UN OBEDIENTE ALUMNO!

Luis. dijo...

Jajaja... ja!

Raúl Uribe dijo...

Swirlies: Estrellitas... je je, error de dedo.

Omar: ja ja ja, ¿qué se te puede enseñar a tí? Ya lo sabes todo, ja ja ja...

Luis: :D no se vale desde el twitter. Abre un bló.