viernes, 4 de diciembre de 2009

Contra Tavira

Foto de la Revista En Contacto (a poco no parece un angelito...)


Contra la costumbre de este Blog de no dedicarlo a más letras que las mías (y aún más, contra la irrefrenable tendencia de Tania Kú a reenviarme estupideces) replico ahora este artículo de Enrique Olmos publicado en Revista Replicante, nomás porque envidio que Tavira tenga tanto dinero para producir y yo no.

Un año de la CNT


Luis de Tavira es director de escena, dramaturgo y adaptador, pedagogo teatral y ensayista. Ex jesuita, su visión del ejercicio creativo está en función de su formación religiosa, de la cual extrae inteligencia, método propio de trabajo, férrea disciplina (con la extenuante carga de sacrificio que proviene del catolicismo) y especialmente celebración culpígena: el arte como dolorosa expiación del pecado, catarsis medieval fundada en la obediencia y el miedo: ceremonia y superstición, el teatro como una fuente de vigor religioso, de estructura piramidal y endogámica.

La muerte de los maestros Juan José Gurrola y Ludwik Margules, ocurridas en esta misma década, dejaron a Tavira como la principal figura del teatro nacional. Desde el punto de vista artístico, pero también político, Luis de Tavira es el sacerdote del teatro mexicano, el tlatoani de la república escénica nacional, el evangelizador y el regente: el jefe de jefes. La última muestra de sus alcances, tanto creativos como políticos, fue asumir y organizar la dirección artística de la Compañía Nacional de Teatro, prácticamente en el olvido, renovada por encargo de Sergio Vela, a la cual se le dotó de un espacio teatral propio, totalmente nuevo, con las implicaciones burocráticas que esto conlleva, y dinero para financiar a actores y creativos (más de cincuenta) con más de 18 millones de pesos para la producción de sus obras. En este primer año de vida de la nueva CNT se han estrenado cuatro montajes, con resultados artísticos disparejos, según la crítica.

Hay que decir que 18 millones de pesos son casi la mitad del presupuesto total de la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, lo cual indica el despropósito de la agrupación: mientras el país y sus bienes culturales y artísticos sufren una crisis sin precedentes, el imperio taviriano renueva su trayectoria con cifras inalcanzables. Los números, sumados al proyecto artístico buscan renovar un teatro centralista y burgués dirigido impúdicamente a los barrios bonitos de la ciudad (Ajusco, Condesa, Coyoacán, Polanco, Roma). ¿Para qué tener una compañía nacional multitudinaria a nivel europeo mientras las escuelas de teatro expulsan/egresan desempleados, los teatros independientes cierran, en el interior del país es imposible profesionalizar el ejercicio teatral y para colmo la democracia brilla por su ausencia en el proyecto artístico de Tavira? ¿Para qué hacer una compañía nacional que sólo funciona en el centro de Coyoacán?

Nadie resuelve el enigma, porque Vela ya no está en CONACULTA y Tavira no conoce la rendición de cuentas. Lo triste es ver el resultado de su proyecto artístico: actores y colaboradores de su confianza/escuela (no siempre los mejores), textos dramáticos deficientes (poca dramaturgia nacional) y muchos funcionarios de por medio.

En su última obra (Ser es ser visto), de más de cuatro horas de duración, intervienen los 43 actores de la Compañía en una paráfrasis escénica coestrita entre Tavira y Stefaine Weiss e inspirada en textos de Botho Strauss, Johann Wolfgang von Goethe, Whilhelm Müller y Friedrich Rückert. 10 historias que ocurren en Alemania donde transitan actores de primer nivel haciendo personajes insolventes y efímeros, contundencia actoral desigual, un texto por momentos moralizante y de estructura dramática añeja, diálogos y atmósferas dramáticas poco cuidadas y por encima de todo, el exceso: multitud de actores, un perro que apenas aparece, espacio escénico que cambia, que se mueve en cada escena, ornamentos en demasía, un corifeo aburrido e innecesario, mucha palabrería impostada con registros desiguales y la ambición taviriana por dibujar un pueblo, un país, la humanidad entera; es decir, querer contarlo todo y encima contarlo con muchas deficiencias formales. Sin embargo, notable el diseño espacial de Phlippe Amand y el vestuario de Estela Fagoaga y muy rescatable el esfuerzo actoral de algunos viejos señores de la escena mexicana.

Una obra de más de cuatro horas de duración, en un espacio si bien renovado (todo es nuevo) casi desconocido (ningún taxista sabe cómo llegar, no hay letreros), saliendo del teatro entre semana casi a media noche, ¿qué clase de espectador buscan? No creo que aspiren a la clase trabajadora, tampoco al que reside en la zona metropolitana de la ciudad, ni en provincia.

Al respecto, en un reciente homenaje por el fallecimiento de Jerzy Grotowsky, Tavira se despacho con la siguiente frase: “a Dios no lo ha visto nadie, y si dices que amas a Dios, a quien no ves, pero no amas a tu hermano, al que tienes enfrente, te estás engañando; por eso me interesa seguir haciendo teatro para los espectadores”.

En una sociedad reaccionaria y al interior de un gremio artístico como el teatro, tradicionalmente conservador (en México), no es de extrañar que Tavira haya cultivado verdaderos feligreses. Al mismo tiempo (por sus vínculos políticos y religiosos, con especial énfasis desde el triunfo del PAN) el aparato institucional de subvenciones y prebendas está literalmente a su servicio. Su procedimiento: la perfecta construcción de estructuras de poder, el adoctrinamiento como motor del proceso creativo y la negación de cualquier forma de crítica, ni propia ni ajena, proyectando su excelente oratoria y pensamiento intuitivo sobre alumnos y colaboradores. En ese sentido Tavira es nuestro priísta inolvidable, el que funda su reino en el discurso y desatiende el resultado (porque nadie será verdaderamente capaz de juzgarlo), el que desprecia la pluralidad y añade a su altivez la represalia contra los inconformes (¡esos ignorantes!), el teatro alguna vez revolucionario se institucionalizó. A su manera es un profeta: anuncia el centralismo cultural y el cacicazgo del PRI, que nunca se ha ido, que regresará con mayor fuerza.

Y más que Luis de Tavira, algunos de sus discípulos son los que han contribuido al desencanto por sus proyectos en el teatro nacional a partir de resultados escénicos insuficientes, siempre incentivados por el estado mexicano, desde las tutorías del Programa Nacional de Teatro Escolar hasta la CNT, pasando por el CEDRAM y el programa de México en Escena, en todo está el sello De Tavira. Si después de tantas ayudas institucionales Tavira no ha logrado crear una compañía autogestiva, habría que buscar otras opciones.

En el fondo, Tavira sabe que se engaña, que su teatro ni lo acerca a su dios, ni al público. Si realmente fuera un hombre religioso renunciaría al proyecto de la CNT por principios morales: mientras el teatro nacional sucumbe ante presupuestos indignantes y la masa crítica de artistas escénicos profesionales aumenta no hay manera de producir, de profesionalizar, de crear en condiciones más o menos iguales. Si Tavira conociera a fondo las carencias del teatro mexicano se (auto) expulsaría del templo que le han construido. Eso no sucederá, lamentablemente.

Tomado de http://www.teatromexicano.com.mx/noticia.php?id=171

1 comentario:

TaniaKu dijo...
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