lunes, 2 de mayo de 2011

29, 30 y 1




Nunca he pensado el blog como un diario personal porque no me imagino a qué lector puede interesarle mi vida que es, más o menos, tan aburrida o entretenida como la de cualquiera. Sin embargo por el modo en el que se cruzaron los hechos del mundo con los de mi cotidianidad este último fin de semana del dos mil once, creo que vale la pena hacer algunos comentarios a propósito.

El sábado pasado, el treinta de abril, se celebró la fiesta de egresados de la Escuela Nacional de Arte Teatral. Es divertido que tradicionalmente esta reunión tenga lugar el treinta de abril… será porque más nos vale a los que nos dedicamos al teatro en este país conservar cierto optimismo infantil para no ponernos un revolver en la boca. Por supuesto, durante la fiesta, hubo oportunidad de comentar con los compañeros que al otro día, los actores que ahí estábamos reunidos, celebraríamos el primero de mayo, el día de trabajo, en condiciones laborales desprovistas de toda garantía social.

Mucha gente no lo sabe, pero os artistas mexicanos, especialmente los actores, obligados por la desprotección del Estado respecto de la cultura, no tienen más remedio que trabajar en proyectos independientes gestados por ellos mismos y, claro, con muy escasos recursos económicos. Así miles de profesionales del arte ejercen todos los días en innumerables teatros sin seguro médico, prestaciones o plan de retiro; pero, por otro lado, sí están obligados a pagar, lo mismo que todos, innumerables impuestos que merman entre un treinta y un cincuenta por ciento sus ya de por sí parcas ganancias.

Justamente el viernes anterior mi compañía celebró el cierre de temporada de “La Noche en Vela”, un espectáculo unipersonal al que hicimos llegar, con no pocos esfuerzos, público durante dos meses de funciones. Siempre con el gancho del dos por uno, siempre insistiendo una y mil veces, tuvimos funciones abarrotadas y felices, pero las ganancias ¿son suficientes para que los miembros de la compañía puedan vivir? Por supuesto que no. Lío Teatro aún está a la búsqueda de un modo de sostener económicamente a sus miembros sólo con su trabajo en el arte. Espero que alguna vez la hallemos. Al parecer la respuesta está en la erección de un pequeña empresa de producción de espectáculos, pero ¿cómo vender sus productos? Es una asignatura pendiente y un proyecto vital.

Pero ese mismo primero de mayo, no éramos los actores los únicos que teníamos poco que celebrar. Los cientos de víctimas de la pederastia eclesiástica, particularmente los jóvenes abusados, defraudados y engañados por el repulsivo Padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, tenían que ver cómo el papa que no sólo lo solapó, sino que lo encubrió y protegió, Juan Pablo II, era beatificado en el proceso más expedito de la historia.

Amén de la popularidad de pontífice anterior, que sin duda fue uno de los argumentos que han acelerado su elevación a los altares, salta a la vista la lentitud con la que causas si no más nobles, al menos menormente polémicas han sido detenidas, tal es el caso del Monseñor Óscar Romero, feroz defensor de los derechos humanos quien fuera arzobispo del El Salvador hasta su asesinato en mil novecientos ochenta y cuya causa de canonización no ha llegado al siquiera al estado de beatitud a pesar de que otras denominaciones cristianas, como la Comunión Anglicana que puso su estatua en la Abadía de Westminster, lo han incluido en su santoral.

La beatificación de Karol Wojtyla obliga un análisis de esta figura esencial del siglo XX desde todos los ángulos posibles. Olvidar su homofobia, su resistencia a ampliar el papel de la mujer en la Iglesia y el modo en el que soslayó temas de salud pública como el aborto, el uso del condón y el sida, es mucho olvidar.

Hasta allá, a Roma, fue Felipe Calerón a decirle al papa Benedicto XVI: "Santo Padre, sufrimos mucho por la violencia, el pueblo de méxico necesita de su consuelo más que nunca". Ay, puta madre... ¿cómo es que no se nos ocurrió antes que eso mero es lo que necesitábamos, una visita papal". Con todo respeto, señor Calderón: no mame de lado.

Una vez más, creo, el teatro tiene la obligación de pronunciarse al respecto y levantar la voz. Me pregunto, a propósito, qué escriben los nuevos dramaturgos, especialmente los dramaturgos mexicanos, y por qué llegan tan tarde a los hechos. Luego, por ejemplo, de décadas de asesinatos en Ciudad Juárez, apenas hay obras de teatro sostenidas en investigaciones serias que levantan la voz y ponen el dedo en la llaga. ¿Cuándo los operarios del teatro tendremos a mano dramas sobre los temas nacionales? Tal vez el oficio de dramaturgo necesite, más que nunca, de talentos que echen luz sobre las sombras.

No menos significativa, aunque del otro lado de la moneda, fue la figura de Osama Bin Laden, cuya muerte fue este domingo anunciada por el presidente de Estados Unidos Barack Obama. Bin Laden era, según la percepción de occidente, uno de los terroristas más peligrosos del mundo y el más malo entre los malos. Por este motivo, miles de personas celebraron su muerte a las afueras de la Casa Blanca ayer por la noche.

Por supuesto, Bin Laden no era un apóstol de la paz ni mucho menos, ¿pero no es escalofriante ver cómo tantas personas se regocijan con la muerte de otro ser humano? Además, ¿han leído alguna vez con detenimiento los discursos del ahora extinto líder de Al Qaeda? No le falta verdad al afirmar que el Estado Norteamericano ha cometido abusos sin cuento casi desde su fundación y que la guerra que emprendió George Bush contra Irak y Afganistán alcanzó tales niveles de violencia contra objetivos civiles que habría que preguntarse quién merece más el título de terrorista.

Allende estas cuestiones (que nos obligarían a pasar por la teoría del auto atentado del once de septiembre de dos mil uno contra las Torres Gemelas de Nueva York y demás pantanos) es verdaderamente lamentable que un hombre cuya elección como presidente de Estados Unidos prometía una era de reconciliación y progreso social, se vea en la necesidad de sostener su gobierno en la destrucción del enemigo, en la muerte como medio para legitimar sus acciones. Triste favor le hizo al mundo la Academia Sueca al concederle a Obama el premio nobel de la paz. No sólo no ha luchado a favor de la paz, sino que, con la persecución y asesinato sin juicio civil o militar de por medio de Osama Bin Laden, allana el camino de la guerra que es, al parecer, la única vocación de los políticos de las barras y las estrellas.

Sí, la televisión que no se ha cansado de estar duro y dale con esto, menos ha perdido las ganas de presentar hasta en dimensiones microscópicas todos los detalles de la boda real entre el heredero al trono de Inglaterra y la ahora Duquesa de Cambridge, Kate Middleton. Por un lado no puedo dejar de pensar que las monarquías en este siglo resultan terriblemente caras e innecesarias. Son sostenidos con los impuestos de los ciudadanos y no desempeñan más que muy indirectamente, un papel relevante en los asuntos del gobierno. No obstante, gozan de todo tipo de privilegios sólo por haber nacido nobles y no retribuyen con su trabajo al pueblo que los ha encumbrado.

Sin embargo, ver cómo la gente se lazó a las calles a ver pasar a la pareja real y recordar cómo lo hicieron para llorar la muerte de Diana de Gales, me hace creer que desempeñan una función más bien simbólica, una especie de agente que unifica y da sentido a la identidad de los ingleses. Como sea, estoy seguro que más de una persona en el Reino Unido cree que las casas reales deberían ser abolidas y que sus impuestos deberían gastarse en cosas menos frívolas que en los trajes costosísimos que usaron los novios y que ahora no son sólo más que una impresión olvidable en las páginas a todo color de las revistas del corazón.

Mientras tanto, en este México en el que todo susto puede ser aliviado por un buen partido de futbol, se celebró el clásico encuentro América-Pumas. No tenía idea de que habría partido hasta que, camino a Ciudad Universitaria a estrenar mis nuevos patines, tuvimos que maniobrar por el tránsito de aficionados que se dirigían al estadio. Un embotellamiento, dicho sea de paso, completamente creado por la ineficacia de los oficiales de tránsito que Dios sabe por qué detenían el avance de cientos de coches sobre Insurgentes y privilegiaban el paso de dos o tres autos que venían de las calles perpendiculares.

Y así como no consideré el asunto del partido, tampoco me puse a pensar que diez años de no patinar cobrarían factura y que es mentira eso de que lo que bien se aprende jamás se olvida. Descubrí que no recordaba para nada cómo frenar mientras me deslizaba a toda velocidad por una pendiente interminable. Por supuesto la gravedad, esa aliada siempre contante me llevó al piso y ahora, con los codos pelados por el impacto, tecleo estas letras esperando que por su propio peso también caigan las casas reales que sanguijuelean a las naciones, la sed de sangre de los gobiernos estadounidenses, las omisiones del Beato Juan Pablo II y los fallutos tangibles y sonrientes forajidos que tienen garras para el arpa, quiten de una vez por todas el pie del cuello de los artistas que, con uñas y dientes, sostienen la escena independiente mexicana.

1 comentario:

Allan Flores dijo...

Por ahí he escuchado que uno de los papeles fundamentales de las monarquías es el del turismo, no se qué tan cierto pueda ser esto, pero se dice que las divisas de los turistas, que asisten para conocer los lugares emblemáticos de la realeza o, si tienen suerte, ver a la realeza, son mayores a los gastos que hace la nobleza.

Cierto o no es indudable el poder tan fuerte que tienen sobre su pueblo, es para equipararse con la Virgen de Guadalupe (digo, es el tema de la semana ¿no? Con aquello del trabajo de "Corona de Luz") porque por un lado, como lo mencionas le da identidad a los ingleses. Y por otro lado se vuelve orgullo nacional.

Aunque es bastante paradójico como se pueden identificar con la realeza, ¿qué tienen de común? Pocas cosas, entre ellas la nacionalidad. Es impresionante cómo la gente indudablemente se siente identificado con gente siempre superior a ellas mismas, pocas veces sucede lo contrario.

Pero bueno... son símbolos que 'mantienen' la identidad de cada país (¿si? ¿La Virgen es el símbolo de México? ¿La Monarquía inglesa es símbolo de Inglaterra? ¿La estatua de la Libertad es símbolo estadounidense? ¿Maradonna es símbolo argentino?Y si sí lo son que tan fehacientemente representan a sus respectivas naciones? )