sábado, 19 de enero de 2013

El deseo del bodhisattva


 
Recientemente ha corrido por las redes sociales un video en el que un joven decide improvisar un festejo de cumpleaños para una indigente. No hace falta describirlo, el video es conmovedor pero ¿qué reflexiones motiva? Los optimistas opinan lo de siempre: que qué buen corazón el del chico, que qué nobleza la de la indigente, que qué solidaridad la de los transeúntes que se acercan a cantar el Feliz Cumpleaños. Los realistas opinan que este tipo de acciones “caritativas” son un arma de doble filo. El que hace la caridad, por un lado, sólo satisface el sentimiento de culpa burgués que se alimenta cotidianamente a fuerza de convivir con las clases menesterosas. Por el otro lado, se obvia la responsabilidad del Estado de atender las necesidades de ese sector marginal de la población, cada vez más amplio. Estos argumentos, aunque basados en un enfoque de derechos humanos, son ya lugares comunes.

Yo, por mi parte no coincido con la opinión optimista ni realista. Al contrario, creo que ha llegado el momento de ser pesimistas y partir de una declaración total: ya todo está perdido. Las clases medias en todo Occidente han iniciado un acelerado camino hacia la pauperización y los Estados, secuestrados por una gran cantidad de intereses, aún presionados por las movilizaciones sociales, están estructuralmente impedidos para detener el avance de las peores aristas del capitalismo: el enriquecimiento de unos pocos poderes centrales a costa del empobrecimiento y pérdida de derechos de una mayoría periférica.

Desde esta perspectiva desesperanzada el video al que me refiero adquiere relevancia. Si ya no hay nada que hacer, entonces tal vez no quede más que intentar, aunque sea efímeramente, hacer felices los unos a los otros. La celebración del cumpleaños no hizo a la indigente menos podre, ni puso un techo sobre su cabeza. ¿Pero está en las manos de las personas que cantaron el Feliz Cumpleaños hacerlo? No. Podrían luchar por ello, pero ¿con qué fin?, ¿con qué alcance cuando ella sólo es una de los miles y miles de desamparados que andan por las ciudades del mundo occidental?

Para la tradición budista, un bodhisattva es aquel individuo que a punto de alcanzar la iluminación en ésta o a más tardar la siguiente vida, decide renunciar al Nirvana y permanecer en la Tierra para ayudar a los demás seres. Lo que llama la atención del video, más que lo que hicieron las personas por festejar a la indigente, es lo que ella hizo. Cuando le ofrecieron un globo y un pedazo de papel para que escribiera un deseo, ella no pidió ningún bien material, ni siquiera los que le son tan urgentes como comida, vestido o resguardo. Simplemente dijo “Que seamos felices todos” y liberó el globo al aire.

La palabra del Señor Buda enseña que, en estos tiempos degenerados, nos es difícil reconocer a un ser iluminado porque nuestra percepción se ha corrompido. Pero un bodhisattva puede estar en cualquier lado, trabajando para nuestro beneficio, aunque a veces de maneras insospechadas. Un bodisattva puede estar escondido en el sobre exigente maestro de escuela, en el aquel amor que nos rompió el corazón o, incluso, en una indigente que lanza un globo al cielo deseando nuestra felicidad.

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